Llegué tarde…
…a su vida, a nuestra vida. No sé donde me dormí, que bifurcación cogí que me separó de su sonrisa. Pero me retrasé, llegué tarde a nuestra historia, nuestros recuerdos, tan tarde que no están. Otro está en ellos y sólo puedo mirarlos de reojo convencido que no es el protagonista correcto el que sonríe en las fotos; las de la boda, las de las bodas de los amigos, las del bautizo, todas en general. En todas hay un personaje cambiado, el otro personaje estaba en ese momento en otro camino, perdido en una red de senderos, sin mapa y sin rumbo fijo. Absorto en el paisaje, en el camino en si, pendiente de lo que tenía delante, de las flores, ignorante a lo que había a los lados.
Llegué tarde, cuando todos los roles estaban repartidos ya. Ni uno sólo quedó para mí; el de marido, amante, amigo, compañero de trabajo, vecino, el tío de al lado en el bus, todos repartidos. Y así quedó mi personaje, flotando en un extraño éter, ausente de todo, con una presencia tan leve que sólo es una sonrisa agradable cuando estoy delante y un olvido tan instantáneo, que con una sola silueta que se cruce, se produce.
Llegué tan tarde que no llegué.