Relaxing que te cagas...
Espatarrado en el sofá (pobrecito) me
acarician acordes que Daniel y Cecilia me regalan. Ajenos al ambiente
que están creando, a ratos paran la música para recordar acordes y para
aprender algún que otro truco. Mientras, he dejado lo que estaba
haciendo y ahora estoy disfrutando. Las notas me paralizan (leéis esto
de corrido, pero hay grandes momentos de deleite entre estas palabras) y
me susurran al oído recuerdos de hace tiempo, recuerdos que creía perdidos en acampadas y noches al raso.
Mi pie se mueve solo y mis dedos siguen un ritmo cambiante que le marcan los acordes de las dos guitarras, un ritmo suave e impregnado de la magia que crea en el aire el vibrar de las cuerdas. Siempre me ha maravillado esa dulzura que la guitarra deja en el aire, los silencios, el compás, la complicidad que crea la música, esa envidia que me abraza al escuchar tan buena música pero que no siento como algo negativo, más bien como un "...porque tú no quieres tío...".
Mi pie se mueve solo y mis dedos siguen un ritmo cambiante que le marcan los acordes de las dos guitarras, un ritmo suave e impregnado de la magia que crea en el aire el vibrar de las cuerdas. Siempre me ha maravillado esa dulzura que la guitarra deja en el aire, los silencios, el compás, la complicidad que crea la música, esa envidia que me abraza al escuchar tan buena música pero que no siento como algo negativo, más bien como un "...porque tú no quieres tío...".
Lo dicho. Relaxing que te cagas... Os dejo que sigo disfrutando de estos dos artistas.