Inspiración
Hacía tiempo que perdió su inspiración, terminada su última novela se fue con ella, hasta que llegó una noche.
La inspiración le vino a golpe de tacón, ampliado por el silencio de la noche, reverberando en el asfalto, resbalando por el mojado suelo de la lluvia reciente. La oscuridad cubría la noche y devoraba las estrellas. De lejos la silueta gris se contoneaba con femenina seducción, avanzaba lentamente y con paso regular, sonoro, como sólo los tacones de una mujer saben serlo, con ese sonido hueco, corto y seductor. Conforme se acercaba se matizaban colores en el fondo gris de la silueta.
Por un momento se sintió excitado, no de forma sexual, excitado por el ritual que sabía comenzaría pronto. No era un hombre atractivo, él lo sabía, pero estaba sobrado de ego lo que lo llenaba de confianza en si mismo, y en las lides del amor es sabido que la confianza es éxito seguro. Ralentizó un poco su paso para darse tiempo a verla y disfrutar de su perfil. Mientras hacía esto, cientos de palabras, frases desordenadas y líricas descripciones se agolpaban en su cerebro sin orden ni concierto, él se limitaba a memorizarlas, ya luego les daría forma, las esculpiría como el escultor que hacía de sus ideas obras de arte.
La chica era guapa hasta donde su maquillaje dejaba intuirlo, delgada, de definidas curvas, con un cuello precioso. La curva que se dibujaba de su cuello a sus pechos era suave al igual que la de sus hombros. La mirada esquiva se fijó por un momento en él y al instante se desvió, fija al frente. Llevaba un brazo apoyado en la cadera y en su mano descansaba un cigarro apagado. Nuestro protagonista aprovechó esta situación, se cambió de brazo el libro que llevaba, dejando la mano diestra libre, buscó un encendedor en el bolsillo mientras se acercaba a ella. Sin decir nada, se situó junto a ella y le ofreció fuego. Ella paró, lo miró, y con una sonrisa encendió su cigarro.
-. Gracias – dijo después de soltar una larga calada -.
-. De nada.
-. Muy atento por tu parte.
-. No tiene importancia.
Fue quizás su mirada, pero se frenó en su conquista, esos ojos eran iguales que los que trataba de olvidar hacía años. Por un momento su confianza cayó y ella lo notó. Se alejó con un gesto de su cabeza y no volvió su mirada hacia atrás.
Él siguió su camino, con un montón de ideas que más tarde convertiría en historia, con la inspiración rondándole, una inspiración que después de mucho hacerse esperar llegó a él en la que sería su última noche en este mundo.
Al llegar a la esquina de su callejón, miró al final de la calle donde ella desaparecía para siempre. Este gesto no le permitió ver la sombra que con una puñalada trapera le robaba la vida y el libro que llevaba en su brazo izquierdo.