Recuerdos, anécdotas, historias
Sentado en la terraza del bar, perdidas las palabras en medio de un mar de anécdotas e historias ya con solera, corre la noche; entre copas y refrescos, entre risas y recuerdos, entre amigos en definitiva. Es de destacar la forma curiosa en que el hilo conductor cambia de un tema a otro, de hecho no existe ese hilo, tras una anécdota, un silencio, luego un recuerdo, otra anécdota, de pronto surge un tema de conversación, polémica, risas... y alcohol.
Por el camino que surca mi mirada entre los presentes, hay una parada, un descanso, se trata de ella. Miro a todos y escucho a todos, pero en ella me detengo a comtemplar, a descansar mi mirada sobre esos hermosos hombros que sueño besar, en esos ojos a los que temo asomarme porque sé que no me reflejaré en ellos. Mi mirada, que a veces temo delatora, no quiere desprenderse de la dulcura y suavidad que me transmite su piel. La fuerzo a seguir su camino y poso mi mirada en otros... y sigue la noche. Porque en ese instante que la he estado mirando, la noche paró.
Siguen los recuerdos, las anécdotas y las risas. La magia de la noche, mezclada con el alcohol, nos lleva durante horas a tiempos y lugares por los que ya pasamos, y esta vez pasamos con añoranza, con el corazón encogido o emocionado. Es cuando nos damos cuenta de que algo nos mantendrá unidos para siempre, porque por mucho que la vida se empeñe en escribir historias distintas para nosostros, durante un tiempo las historias las compartimos todos. Y eso quedará para la siguiente vez que nos veamos, no sé cuando. Y esa vez estará ella allí, y la volveré a ver, y sus ojos me envenenarán el corazón, y desearé besarla, como siempre lo deseo... y es que la vida ni escribió, ni escribirá la historia que yo quisiera entre los dos.
Por el camino que surca mi mirada entre los presentes, hay una parada, un descanso, se trata de ella. Miro a todos y escucho a todos, pero en ella me detengo a comtemplar, a descansar mi mirada sobre esos hermosos hombros que sueño besar, en esos ojos a los que temo asomarme porque sé que no me reflejaré en ellos. Mi mirada, que a veces temo delatora, no quiere desprenderse de la dulcura y suavidad que me transmite su piel. La fuerzo a seguir su camino y poso mi mirada en otros... y sigue la noche. Porque en ese instante que la he estado mirando, la noche paró.
Siguen los recuerdos, las anécdotas y las risas. La magia de la noche, mezclada con el alcohol, nos lleva durante horas a tiempos y lugares por los que ya pasamos, y esta vez pasamos con añoranza, con el corazón encogido o emocionado. Es cuando nos damos cuenta de que algo nos mantendrá unidos para siempre, porque por mucho que la vida se empeñe en escribir historias distintas para nosostros, durante un tiempo las historias las compartimos todos. Y eso quedará para la siguiente vez que nos veamos, no sé cuando. Y esa vez estará ella allí, y la volveré a ver, y sus ojos me envenenarán el corazón, y desearé besarla, como siempre lo deseo... y es que la vida ni escribió, ni escribirá la historia que yo quisiera entre los dos.
3 Comments:
Chavalote. Todavía sigues pillao.
P.D: Esto del blog tiene su peligro. Cualquier comentario puede dar pistas, así que, me muerdo la lengua y yas tá.
By David, at 12:10 p. m.
"por mucho que la vida se empeñe en escribir historias distintas para nosostros, durante un tiempo las historias las compartimos todos"
Una frase genial!!! Y bien cierta.
Besos, Noe
By Anónimo, at 9:24 a. m.
No la verás, afortunadamente, no será ásí. Verás a otras y serán distintas. Pero distintas no significa mejores ni peores, simplemente diferentes. A veces, lo buscado no siempre es lo querido, lo que nos hace feliz. Piénsalo.
Un beso, y recuerda: Cuando veas un gigante, examina antes la posición del Sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo (Von Hardenberg)
By Anónimo, at 3:52 p. m.
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